Por: Dimas Arrieta Espinoza.
Este dos de agosto se cumpliría 31 años del fallecimiento del político más influyente e importante en el Siglo XX, Víctor Raúl Haya De La Torre. Hombre signado por la lucidez, por exponer sus ideas con claridad y profundidad, por haber dejado una herramienta ideológica y científica en la política. Por lo tanto, hay la necesidad, antes que conmemorar, de reflexionar sobre la base de sus ideas que tenía, por ejemplo, de la literatura y su relación con la política.
A raíz de una discusión en París, en 1926, “sobre los valores eternos de la literatura” entre Vicente Huidobro y Haya De La Torre, con la presencia de Juan Larrea, César Vallejo y el dibujante centroamericano Toño Salazar. Víctor Raúl y César Vallejo ambos escribieron sobre ese encuentro. El primero fijó ese acontecimiento convirtiéndolo en una extensa reflexión que envió a José Carlos Mariátegui para celebrar el primer número de la revista AMAUTA, la carta-artículo está fechada el 2 de noviembre de 1926, tiene un título “Nuestro Frente Intelectual” pero como subtítulo “Mensaje para la revista AMAUTA, Lima”. Haya de la Torre se encontraba en Londres.
Una carta-artículo que evidencia no sólo la hermandad y solidaridad entre estos dos grandes paradigmas de la política del Siglo XX, peruana e indoamericana (Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui), sino que nos expone los derroteros y lineamientos que va a seguir AMAUTA durante sus cuatro años de existencia (1926 – 1930). Esta revista venía a consagrar un proyecto, un sueño de esa brillante generación de peruanos de los años 20. “Usted, compañero Mariátegui, ha comenzado esa tarea que hay que intensificar y engrandecer.
Hay que revisar la ortodoxia del civilismo intelectual y derribar ídolos, sacando del Índex a muchos valores nuestros populares y por ende nacionales legítimos, que el civilismo intelectual condenó” (Haya de la Torre 1985: Tomo 1, 118).
AMAUTA, fue ese proyecto cultural, ese sueño político y muestreo de la realidad peruana al desnudo, en carne viva, una fuente de inspiración para las generaciones que vinieron después. Como le comunica Haya de la Torre a Mariátegui: “Usted ha comenzado esa tarea con Valdelomar, con Gamarra, con López Albújar, con Valcárcel, con Vallejo y con otros fuertes y admirables valores literarios y artísticos de nuestras provincias que el civilismo desprecia, porque siente que ahí está más el Perú verdadero, el Perú auténtico, el Perú de los que sufren y de los que trabajan, el Perú que está insurgiendo hoy en la conciencia de los productores y cuyas aspiraciones profundas expresan nuestro Frente de Trabajadores Manuales e Intelectuales”(1985: tomo 1, 118).
Mientras tanto, César Vallejo, en un artículo “Montaigne sobre Shakespeare” publicado en la revista Mundial Nº 334 (Lima, 5 de noviembre de 1926), nos daba cuenta: “Haya de la Torre opina que los factores de belleza más grandes de toda obra artística han sido siempre factores políticos. En concepto de Haya de la Torre, el Quijote es un político sin fuerza para imponer sus ideales de gobierno; el fondo de la Divina Comedia no es otra cosa que un formidable ensayo de organización social y Antonio y Cleopatra de Bernard Shaw pone de manifiesto la excelencia de los métodos de conquista de la Gran Bretaña” (Vallejo 2002: Tomo 1, 327).
Las grandes tensiones sociales, los registros de los acontecimientos más importantes y los hechos políticos (como estrategia e ingenio del ser humano) sirven de grandes referentes para las obras maestras de la buena la literatura. Esta era la tesis de Haya de la Torre, pero Vallejo exponía la tesis de Huidobro en aquella noche del encuentro parisino: “Pero Vicente Huidobro encuentra del todo inadmisibles estas apreciaciones de Haya de la Torre y sostiene, por su parte, que en el arte no tiene nada que ver la política, aparte de que el caso del Quijote, de la Divina Comedia y de Antonio y Cleopatra, no explique nada, puesto que son tres obras estúpidas y, a lo más, mediocres” (2002: Tomo 1, 327).
Conocido es el enorme interés que tenía Víctor Raúl por la literatura, su relación con poetas, narradores, pintores entre otros intelectuales. Un lector apasionado y un escritor que conocía su oficio. Pero sus conceptos con relación a la literatura y la política nos despiertan un interés por la contundencia y claridad: “No soy literato ni pretendo serlo, pero en mis cansancios de estudio o en mis fatigas de lucha busco casi siempre reposo en la literatura, particularmente en cierta literatura fundamental. Leyendo así lentamente he llegado a hacer pasar mis ojos en muchos, muchísimos libros literarios y he llegado a formarme un juicio ‘político’ del valor de ella, o, explicándome mejor, he llegado a encontrar que lo político en la literatura es uno de los más decisivos factores, si no el que más, en el poder de eternidad de las grandes obras” (Tomo 1, 1985: 118, 119).
El maestro Haya de la Torre lo concibió de este modo, diseñó en su artículo, en cuestión, enfocando el simbolismo que se asienta en cada recipiente textual de una obra literaria. Por eso nos dice: “Pero así como hay una parte universal en la política que es la que los grandes genios de la humanidad han elevado a símbolos, así hay en la literatura un lado universal -la comprensión de ese simbolismo- que no nos está vedado. Dentro de esos límites me muevo y es dentro de ellos que me permito opinar, desde mi lado, sobre el factor político de la literatura” (Tomo 1: 1985, 119).
Para dar solvencia a su tesis y contundencia a su exposición, Víctor Raúl propone un corpus de obras donde más se evidencia sus reflexiones: “Mi punto de vista es que en la literatura hay un valor político que me parece que es la garantía de la perennidad de las obras maestras. (…) Me parece que la Ilíada y La Odisea, por ejemplo, están basadas en hechos políticos que no es preciso demostrar: me parece que en la literatura griega encontramos ese valor político, ya simbólica, ya concretamente expresado, muy frecuentemente. Pasando a saltos, hallo en La Divina Comedia ese mismo factor político, muy profundo; Dante, como proscrito de un partido, escribe toda aquella obra maravillosa con un sentido y con una inspiración política, sin duda. En el Quijote, como en EL Alcalde de Zalamea, en La Estrella de Sevilla, en todo lo más grande y lo eterno de la literatura clásica española, desde el Poema del Cid, encontramos de nuevo el factor político” (Haya de la Torre 1985: Tomo 1, 120, 121).
Haya de la Torre termina su artículo proponiendo un catálogo de ideas, sugiriendo los itinerarios, los cuales fueron los objetivos de la revista AMAUTA: “Reivindiquen la historia, la literatura, el arte verdaderamente peruanos y arrojen lo que en ellas hay de impuesto, de artificioso, de burgués. Reivindiquen al Perú incásico para la gloria y la eternidad del poder civilizador del más avanzado Estado Comunista de la antigüedad, y reivindicando al Perú incásico, en su arte, en su tradición, en su cultura, nos ayudarán a justificar la reivindicación política y económica de las razas indígenas, alma de la América del Sur. Reivindiquen lo que hay en el Perú popular, en el Perú de los productores, en el Perú de las sierras olvidadas. Reivindiquen a los escritores y a los artistas provincianos, víctimas de todos los desprecios del civilismo intelectual” (1985: tomo 1, 123, 124).
Creemos que la literatura no es el calco ni la copia de la realidad, pero la realidad muchas veces traspasa los márgenes literarios. La literatura crea y se recrea sobre la base de un referente, está anclada en un contexto, viene cargada de símbolos que responden a una realidad. No conocemos literatura que no esté desligada de un contexto. Por lo tanto, la literatura es la recreación de la realidad. Todo lo que concierne a la actividad humana involucra explícita e implícitamente a la literatura. De este modo, la política es una actividad humana y por añadidura fuente e inspiración para una gran obra literaria.
Si la política es una actividad humana y la literatura lo es en su notable capacidad comunicativa, entonces la primera está convicta y confesa en el recipiente de la segunda. De esta amanera podríamos fundamentar la hipótesis que garantice nuestro acercamiento hermenéutico a la tesis del fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Como siempre, el tiempo y la razón, han sabido darle la confirmación a Víctor Raúl, cuyo espíritu y legado es una flama inapagable en este siglo XXI.